EL RESPETO MUTUO EN LA FAMILIA
El respeto mutuo es fundamental. La Biblia enseña
que así como los hijos deben respetar y obedecer a sus padres, éstos a su vez
deben considerar a sus hijos (Efesios 6:4; Colosenses 3:21). En las relaciones
padres-hijos se dan muchas formas en que un padre puede irrespetar o provocar a
ira a un hijo.
1. La sobre protección. Esto se dice de una protección
exagerada que a la vez puede provocar a ira a los hijos. Los padres sobre
protectores no les permiten a los hijos tomar las decisiones que están a su
nivel. Por ejemplo, no los dejan escoger la ropa que han de usar, no les
permiten escoger a sus amigos ni dan lugar a que escojan las actividades que
quieran desarrollar. No dar espacio en situaciones como éstas producirá
muchachos indecisos. Santiago 1:8 dice: "El hombre
de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos."
2. El favoritismo. "¿Por qué no eres como tu
hermano o hermana?" José es un buen ejemplo de esos casos peligrosos
cuando un padre se polariza. "Y amaba Israel a
José más que a todos sus hijos, porque lo había tenido en su vejez; y le hizo
una túnica de diversos colores. Y viendo sus hermanos que su padre lo amaba más
que a todos sus hermanos, le aborrecían, y no podían hablarle
pacíficamente" (Génesis 37:3-4). El capítulo 25 también registra
otra historia trágica de un hogar dividido, el de Isaac y Rebeca, el cual fue
también afectado por el favoritismo. "Y amó Isaac a Esaú, porque comía de
su caza; mas Rebeca amaba a Jacob" (Génesis 25:28). El favoritismo siempre
trae odio y discordia. Dios no tiene favoritos.
3. El menosprecio. Este es el lado opuesto del
favoritismo, pues le resta valor al hijo como individuo (la dignidad), llegando
al extremo del abuso psicológico al fallar en entenderlos. Mucho nos enseña la
oración del sabio Salomón: "Da, pues, a tu siervo corazón entendido para juzgar
a tu pueblo" (1 Reyes 3:9). Un padre debe decirle al Señor: "Dame
corazón entendido para criar a mis hijos." Debemos aprender a no tomar
decisiones a priori. Aprendamos a escuchar y a leer entre líneas. No
menospreciemos a nuestros hijos.
4. La falta de estímulo y
recompensas. Nuestra tendencia es ver primero lo malo; Dios mira más lo
bueno. Un niño puede morir por falta de amor o demostración de afecto,
especialmente los varones. Pablo dice en 1 Timoteo 5:8: "Si alguno no
provee para los suyos, ha negado la fe, y es peor que un incrédulo." Esta
provisión tiene que ver con las necesidades físicas, sociales, emocionales e
intelectuales de los hijos; no sólo con sus necesidades económicas.
5. La ausencia de reglas definidas de conducta. Cuídese
de que estas reglas no sean tan altas e inalcanzables, sino que estén diseñadas
según la edad del niño. Es muy importante ser consistente con los
requerimientos, pero también lo es tener la capacidad de modificar las reglas
cuando sea necesario. Por otra parte, es importante recompensar al niño cuando
hace bien las cosas.
6. Disciplina excesiva. La disciplina no consiste,
necesariamente, en castigo. El castigo sólo enseña lo que no se debe hacer; el
refuerzo positivo enseña lo que se debe hacer. En otras palabras, el refuerzo
positivo es la aplicación de un estímulo agradable para reforzar cierta
conducta deseada, "si hay algo digno de alabanza" (Filipenses 4:8),
mientras que el castigo consiste en la aplicación de un estímulo negativo para
eliminar cierta conducta no deseada.
La
relación padres-hijos tiene que desarrollarse dentro de un marco de amor
incondicional. Es
necesario aprender a separar los actos en sí de la persona misma y reconocer
que los hijos tienen el derecho de cometer errores y hasta de fracasar. Los
hijos son, en gran parte, el reflejo de los padres, como el caso positivo de
Timoteo (2 Timoteo 1:1-5), o el negativo de Elí (1 Samuel 2:29-30), quien nunca
castigó a sus hijos.
No comments:
Post a Comment